martes, 26 de mayo de 2015

¡¡¡PREPARANDO EL EXILIO!!!

Pasadas casi 48 horas de la convulsión electoral que ha azotado a España, pasadas las primeras horas de estupor y apatía, resurjo de mis cenizas cual Ave Fénix y, más emperlada que nunca, me propongo a preparar el exilio de esta realidad que nos viene encima.
Esta situación me supera, me horroriza, querría huir lo más lejos de aquí sin mirar atrás y, dándole vueltas a la cabeza, pensando en qué destino pueda ser el más idóneo para poder vivir con  tranquilidad, he llegado a la conclusión que mi destino ideal es Mónaco. Mi amigo John pretendía que nos fuésemos a la imperial San Petersburgo, lugar que a todo mi grupo nos fascina, pero lo cierto es que, vista la situación general del mundo, no queremos arriesgarnos, necesitamos un territorio seguro al cien por cien. Mónaco es el lugar perfecto.


Foto: Google


Sí, quiero vivir en un país hermoso, donde el entorno satisfaga mi ideal estético, un lugar donde reine el orden, sin partidos políticos que me vuelvan loca día a día, quiero vivir sin esta tensión cada cuatro años, quiero paz y prosperidad para todos, ser súbdita de un príncipe soberano que con su Consejo rija nuestros destinos y vele por nuestro bienestar.
Como no puedo llevarme mucho equipaje, porque la prisa me apremia, he decidido seleccionar. Ante todo las perlas, no sin  mis perlas, más necesarias ahora que nunca para encarar el azote de mediocridad. Junto a ellas, el libro "Condesa Natasha Brasova" de Cristina Rosario Franco, un indispensable para gente con buen gusto. Por supuesto, no puedo dejar atrás mi libro de mi adorada Princesa Grace, y puesto que me voy a Mónaco, me lo llevo. Todo ello junto a mi Biblia y mis lecturas religiosas, indispensables para mí.

Foto: María Luz


Mi vecina Ana se encargará de llevar sus revistas Haute Couture poniendo la nota de estilo.Todo ello, unido a la biblioteca que mi querida Helena empacará, hará que no nos falte lectura para nuestras horas relajadas en Mónaco. Pablo nos escoltará por nuestro recorrido en la Riviera... Ah, y mi querida Rosy se viene con nosotras en compañía de su gata, Adela Guillermina Carlota de Prusia, que es una gata muy aristocrática y distinguida. Será nuestra mascota oficial.

Adela Guillermina Carlota de Prusia...¡qué porte, qué mirada! Ella sola es capaz de fulminar todo lo vulgar.
Foto cedida amablemente por mi amiga Rosy.




Hotel de Paris - Foto: Google

El Hotel de Paris será nuestro cuartel general. Para ello iremos vestidas con nuestras mejores galas y nuestras perlas, de lo contrario no nos permitirán el paso. Todavía no sabemos cómo pagaremos la factura de este prestigioso hotel, no tenemos tiempo para pensar en eso ahora, ya lo pensaremos una vez instaladas.



Hotel de Paris - Fotos: Google

Pasaremos nuestras sobremesas en el Café de Paris, donde celebraremos nuestras tertulias tomando un té, un café o lo que se tercie.

Foto: Café de Paris/Facebook


Nuestras veladas transcurrirán en la Opera de Montecarlo, un poco de música nos calmará y conseguirá que nos olvidemos de sustos pasados.

Opera de Montecarlo - Foto: Google

Opera de Montecarlo - Foto: Google

 Solicitaremos audiencia a Su Alteza Serenísma el príncipe Alberto, que con su gentileza habitual nos recibirá en su palacio, y una vez allí, le pediremos asilo político.

Palacio principesco - Foto: Google

  
Asistiremos a la Santa Misa y a todos los rezos en la catedral monegasca, ahora más que nunca las oraciones son necesarias.

Catedral de Mónaco - Foto: Google


Rosaleda Princesa Grace - Foto: Google



Vista de Montecarlo - Foto: Google


Y entre cafés, óperas, conciertos y paseos por este bellísimo lugar, transcurrirá nuestro exilio dorado, lejos del cutrerío y de la demagogia.

Pero que nadie se lleve a engaño, nuestra lucha continuará, y más tarde o más temprano, regresaremos para iniciar la reconquista estética y moral.

  


2 comentarios:

  1. ¡Ya tengo empacada tres cajas de libros!
    Allí no necesitaremos la crema, no habrá cutrez que soportar.

    H

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    1. Jajaja, seguro que no precisaremos la crema. No obstante, llévela, los disgustos a distancia también podrían matarnos.

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